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  1. Castroforte del Baralla
    29 de junio de 2012

    Antón Chéjov, escritor ruso de finales del siglo XIX, dejó numerosos consejos para escritores de los que se puede encontrar una amplia selección por internet. En la Biblioteca vamos a rescatarlos poco a poco y nos van a servir de excusa para sacar adelante el taller.



    Empecemos por algo básico. ¿Cuánto tiempo le dedicamos a la escritura?


    Para escribir un relato se requieren cinco o seis días, durante los cuales uno no debe pensar en otra cosa; en caso contrario, las frases no adquirirán nunca la forma adecuada. Antes de ponerla en papel, cada frase debe permanecer en la cabeza un par de días, para adquirir cuerpo. En realidad, yo mismo soy demasiado perezoso para atenerme a esta regla, pero como usted es joven se la recomiendo fervientemente, pues he experimentado muchas veces sus efectos beneficiosos, y sé que los manuscritos de todos los auténticos maestros han sido emborronados de arriba abajo, desgastados y cubiertos de añadidos que a su vez están llenos de tachaduras y correcciones.


    Antón Chéjov, Consejos a un escritor


    El reto, por tanto, consistirá en escribir un relato (breve) que comience de la siguiente manera: Soñé que había matado a alguien. Además el texto deberá tener alguna particularidad. Es decir, podéis utilizar sólo el futuro, escribirlo en segunda persona, terminar todas las oraciones con la misma palabra... etc. Cualquier cosa que se os ocurra. Habrá que indicar, cuando enviéis el relato, cuál es esa particularidad, por si se tratara de algo difícil de ver.

    Como aconseja Chéjov, no solo no es necesario, sino que además no es conveniente que enviéis vuestro texto mañana o pasado mañana, aunque lógicamente sois muy libres de no seguir el consejo. Aprovecho para indicar que podéis aceptar el reto de escribir cualquier texto propuesto en el taller en cualquier momento y que desde la Biblioteca se intentará que los nuevos textos que vayan llegando tengan la visibilidad que merecen.


  2. Castroforte del Baralla
    27 de junio de 2012

    Uno de los pensamientos que posiblemente a toda persona que le gusta escribir se le ha pasado por la cabeza es el de que viviendo donde vive o habiendo nacido donde ha nacido jamás podrá contar historias como lo han hecho los grandes escritores que admira. Es decir, no solo cualquier tiempo pasado fue mejor; también cualquier otro lugar. Aquí nunca pasa nada y todo lo que merece ser escrito parece que ya se ha escrito antes y mejor.



    En el siguiente fragmento de Augusto Monterroso, perteneciente a Los buscadores de oro, una pequeña obra autobiográfica, tenemos precisamente la opinión de un escritor que parece haber pasado por eso, del que se intuye que conoció ese sentimiento.


    Estoy convencido de que para quien en un momento dado, de pronto o gradualmente, decide que va a ser escritor, no existe diferencia alguna entre nacer en cualquier punto de Centroamérica, en Dublín, en París, en Florencia o en Buenos Aires. Venir a este mundo al lado de una mata de plátano o a la sombra de una encina puede resultar tan bueno o tan malo como hacerlo en medio de un prado, en la pampa o en la estepa, en una aldea perdida de provincia o en una gran capital. Enfrentar el mosquito anófeles del paludismo en una aislada población del trópico o los bacilos de Kock en Praga puede, es verdad, determinar el curso que seguirá su vida, acortar esta o hacerla insoportable y melancólica, pero no impedirle concebir ideas originales y formularlas en frases brillantes o, para el caso, salvarlo de pensar tonterías y exponerlas en frases torpes. El pequeño mundo que uno encuentra al nacer es el mismo en cualquier parte en que se nazca; solo se amplía si uno logra irse a tiempo de donde tiene que irse, físicamente o con la imaginación.


    Augusto Monterroso, Los buscadores de oro


  3. Castroforte del Baralla
    25 de junio de 2012


    Aquí están los primeros resultados de la participación en el taller de escritura de la biblioteca. Recordemos: Había que reescribir un fragmento de Rayuela, la conocida obra de Julio Cortázar, y la consigna era seguir el esquema del fragmento y terminar con las mismas palabras: "de la falta, de la merma, de la parvedad del presente". Según vayan llegando más textos se irá actualizando la entrada.


    Realizar. Realizar cosas, realizar la idea del bien, realizar la micción, crear el tiempo, la omisión en cada carta de una baraja y la acción en todas. Una acción lleva consigo un nuevo camino, toda realización significa dejar un camino para coger otro, o mover los caminos para poder optar a otros, o también lo es decidir coger el camino en lugar de no cogerlo o coger el camino adyacente, o sea en toda acción afirmábamos una falta, nos faltaba algo por realizar, algo que aún podríamos realizar, la protesta tácita frente a la continua evidencia de la falta, de la merma, de la parvedad del presente.



    Escribir. Escribir algo, escribir bien, escribir a un amigo, escribir cuentos, escribir en piedra y escribir sobre el papel; jugar a la escritura con todas las cartas. Porque detrás de todo escrito puede haber una protesta, porque todo escrito puede significar sacar de para entregar a, o cambiar algo para que esté así y no así, o conocer a una persona en vez de no conocerla o conocer a la de al lado. Es decir, en todo escrito podemos encontrar la admisión de una necesidad, de algo no experimentado todavía y que es posible vivir; la muda protesta frente a la evidencia constante de la falta, de la merma, de la parvedad del presente.

    J.B.


  4. Castroforte del Baralla
    25 de junio de 2012


    Con fecha de hoy retiro de tu vida mis tropas de ocupación. Me desentiendo de todos los invasores en cuerpo y alma. Nos veremos las caras en la tierra de nadie. Allí donde un ángel señala desde lejos invitándonos a entrar: Se alquila paraíso en ruinas.


    Juan José Arreola, Armisticio
    Confabulario personal



  5. Castroforte del Baralla
    24 de junio de 2012

    El taller de escritura de la biblioteca de Castroforte comenzó hace tiempo en un espacio hoy inexistente. Una de las primeras cosas que se les aclaró a quienes participaron en aquellas sesiones fue que no se trataba de un taller para mejorar, por ejemplo, la ortografía, o al menos no directamente. El objetivo del taller era y sigue siendo escribir, y para escribir hay que leer. Y leyendo y escribiendo no sólo mejoraremos nuestra forma de expresarnos o nuestra ortografía, también aprenderemos a conocernos un poquito más y mejor a nosotros mismos.


    La primera tarea del taller consistió en reescribir un texto. En concreto el reto que se propuso fue reescribir el siguiente fragmento de Rayuela, de Julio Cortázar:

    Hacer. Hacer algo, hacer el bien, hacer pis, hacer tiempo, la acción en todas sus barajas. Pero detrás de toda acción había una protesta, porque todo hacer significaba salir de para llegar a, o mover algo para que estuviera aquí y no allí, o entrar en una casa en vez de no entrar o entrar en la de al lado, es decir que en todo acto había la admisión de una carencia, de algo no hecho todavía y que era posible hacer, la protesta tácita frente a la continua evidencia de la falta, de la merma, de la parvedad del presente.

    Julio Cortázar, Rayuela

    Para reescribir el texto hay que tener en cuenta la consigna. La consigna es una regla que debemos mantener y que nos va a servir de excusa o como ténica para escribir cualquier texto. En este caso, por ejemplo, lo que hay que hacer es elegir un verbo distinto de "hacer" y seguir el esquema del fragmento de Rayuela para crear otro texto. Eso sí, además del esquema, hay que respetar el final del texto. Es decir, el nuevo texto debe terminar con las palabras "de la falta, de la merma, de la parvedad del presente".

    Lo que se intenta mostrar es cómo a veces basta con elegir un texto y reescribirlo para obtener algo en cierto modo original, posiblemente muy distinto y que, en cualquier caso, puede servir para introducir, por ejemplo, un taller de escritura.


    ¿Te atreves?

    Envía tu texto a labibliotecadecastroforte@gmail.com y será publicado en los próximos días.

  6. Castroforte del Baralla
    24 de junio de 2012

    Bienvenido a la biblioteca de la ciudad de Castroforte del Baralla, un espacio donde aprenderemos juntos a escribir leyendo.

    En la biblioteca con el tiempo encontrarás, por un lado, un buen número de textos relacionados con la escritura y la lectura y, por otro, un taller de escritura que intentará ser una recopilación de propuestas unas veces sacadas de aquí y de allá y otras tantas inventadas. El fruto de este taller, si tú quieres, también formará parte de la biblioteca. Sólo tienes que enviar tus textos al correo electrónico:

    labibliotecadecastroforte@gmail.com

    indicando tanto el título como el nombre o pseudónimo con el que quieres que se publique tu texto y, por supuesto, el texto.



    Para empezar, aquí tienes uno escrito por Italo Calvino, incluido como "Nota preliminar" a su libro Las ciudades invisibles. En este fragmento el autor cuenta cómo se organiza para escribir y no he encontrado mejor forma de inaugurar la biblioteca que con un texto sobre la ciudad y la escritura.


    Cuando escribo procedo por series: tengo muchas carpetas donde meto las páginas escritas, según las ideas que se me pasan por la cabeza, o apuntes de cosas que quisiera escribir. Tengo una carpeta para los objetos, una carpeta para los animales, una para las personas, una carpeta para los personajes históricos y otra para los héroes de la mitología; tengo una carpeta sobre las cuatro estaciones y una sobre los cinco sentidos; en una recojo páginas sobre las ciudades y los paisajes de mi vida y en otra ciudades imaginarias, fuera del espacio y del tiempo. Cuando una carpeta empieza a llenarse de folios, me pongo a pensar en el libro que puedo sacar de ellos.

    Así en los últimos años llevé conmigo este libro de las ciudades, escribiendo de vez en cuando, fragmentariamente, pasando por fases diferentes. Durante un período se me ocurrían sólo ciudades tristes, y en otro sólo ciudades alegres; hubo un tiempo en que comparaba la ciudad con el cielo estrellado, en cambio en otro momento hablaba siempre de las basuras que se van extendiendo día a día fuera de las ciudades. Se había convertido en una suerte de diario que seguía mis humores y mis reflexiones; todo terminaba por transformarse en imágenes de ciudades: los libros que leía, las exposiciones de arte que visitaba, las discusiones con mis amigos.

    Italo Calvino, Las ciudades invisibles