Rss Feed
  1. Castroforte del Baralla
    3 de julio de 2012

    En esta biblioteca de pasillos amplios y largos, de salas tan diferentes, unas irregulares y otras geométricamente perfectas, nos preguntaremos de forma inevitable en algún momento por qué escribimos. Sin embargo, hoy vamos a dar un pequeño salto (un salto enorme, en realidad, porque esa pregunta no será fácil de responder en su momento) para preguntarnos por qué publicaríamos lo que hemos escrito.


    En principio, la respuesta más extendida será: para que nos lean. Aunque habrá quien lo haga, por supuesto, para ganar dinero (diría que esta ha sido una de las razones que ha llevado a muchos grandes escritores a publicar, la necesidad de ganarse la vida no con sus escritos, sino TAMBIÉN con sus escritos). Y, cómo no, la idea de pasar a la posteridad, de aparecer en los libros de historia, de representar un lugar y una época.


    Sobre todo esto se habla en el siguiente fragmento de Los buscadores de oro, de Augusto Monterroso, que ya ha aparecido por aquí en otra ocasión. Un fragmento en el que se pone de manifiesto que no importan las razones que nos lleven a publicar nuestros textos porque nunca sabremos qué pasará con ellos.


    En 1848 el novelista francés Henri Murger (1822-1861) comenzó a publicar en la revista literaria Le Corsaire-Satan sus Scènes de la Vie de Bohème. Su amigo Charles Baudelaire colaboró con algunos de sus primeros artículos en esa revista de escándalo. El buen Murger, nacido en París, era hijo del portero alemán de un edificio parisiense, y tuvo una educación más bien escasa. En su primera juventud trató de convertirse en pintor, sin buen éxito; luego publicó un volumen de versos titulado sencillamente Poésies, con el mismo resultado; pero por último se decidió a retratar en una novela lo que mejor conocía: la vida de pobreza de muchos escritores y artistas frustrados como él. Con esto se hizo célebre. Las Escenas pasaron de aquella revista a adaptaciones para el teatro, y por fin, en 1851, Murger las publicó en forma de libro. Su fama como escritor realista se extendió entonces con rapidez por el mundo entero, a lo que más tarde, treinta y cinco años después de muerto Henri, vino a contribuir Giacomo Puccini convirtiendo las Escenas en su ópera La Bohème, con la cual a finales de aquel siglo se lloró en abundancia y en éste algunos todavía lo hacemos con placer masoquista y pudoroso. Sin embargo, la ópera de Puccini, estrenada en Turín el 1º de febrero de 1896, en lugar de contribuir a que el libro de Murger, traducido ya para entonces a numerosas lenguas, se afirmara en los medios literarios y entre el público, produjo el efecto contrario: las Escenas y su autor pasaron al olvido y hoy los editores no se ocupan de ellos. Durante la primera Guerra Mundial los libros de Murger tuvieron un extraño renacimiento; pero ahora, en París, he buscado inútilmente cualquiera de sus obras en el idioma que sea, y cuando pregunto en especial por las Scènes o por sus cartas en las librerías de éste o el otro lado del Sena, los libreros escudriñan en sus catálogos y no encuentran ni esos títulos ni a su autor.


    Augusto Monterroso, Los buscadores de oro


    En cualquier caso, tú ¿por qué publicarías?


  2. 0 comentarios: